El Tito Munir
CRUZ ROJA
Munir, un chico de Cruz Roja al que rápidamente le cogimos todo el cariño que teníamos, se convirtió en “el Tito Munir”, nos llevó de un sitio a otro con el coche y nos dio la ropa de Cruz Roja para trabajar (también nos presentó a su hija, que es preciosa). Nos llevó al punto covid para hacernos las pruebas de antígenos mientras se reía de nuestras caras de sufrimiento y a Lucia casi la sacan el cerebro por la nariz. Una vez hecha la prueba y teniendo nuestros resultados de negativo, nos subió nuestro primer día hasta Piniers. Nos iba explicando el recorrido que teníamos que hacer para que nos lo aprendiéramos, nos enseñó donde estaba la frontera Ceuta-Marruecos y nos repetía que para cualquier cosa que necesitáramos no dudáramos en llamarle y preguntarle lo que sea.
Cuando llegamos a Piniers, un grupo de chavales nos miraban intimidándonos mientras hablaban entre ellos en dariya, sin que nosotras pudiéramos enterarnos de nada.
Con todos nuestros nervios de primer día y de miedo/pánico por lo que nos pudiéramos encontrar y por la inseguridad que nos producíamos a nosotras mismas, entramos sonriendo a través de los ojos e intentado trasmitir toda la serenidad que no teníamos.
Ana, la trabajadora social de Piniers, nos enseñó un poco el centro...también nos metió algo de miedo, avisándonos de que teníamos que tener mucho cuidado y ser muy firmes con los chicos, que aunque los más pequeños tienen la cara más bonita que nos podamos imaginar, de repente te podían sacar una navaja. Son niños muy lindos que han tenido una vida muy difícil, el más pequeño (9 años) es drogodependiente. Sin duda fue lo que más nos impactó, nos revolvió enteras sólo de imaginar por todo lo que habían tenido que pasar, niños que han vivido en la calle y saben apañárselas para conseguir todo lo que quieran, aunque no de las mejores formas.
Tras dar una vuelta por el “centro” y ver las pequeñas casetas en las que duermen 6 chavales en cada una de ellas, la carpa grande que utilizan de comedor y las casetas de los monitores, Munir volvió a por nosotras y nos bajó hasta el Tarajal, que es una nave donde van los inmigrantes que acaban de llegar, la mayoría son marroquíes y subsaharianos que han pasado desde Marruecos a nado o saltando la valla.
Era una nave muy grande y no había mucha gente, ya que sólo les tienen ahí para hacer cuarentena y tomarles sus datos. Luego, según la edad que tienen, les mandan al CETI o a Piniers, porque al estar la frontera con Marruecos cerrada no pueden reportarles a su país de origen.
Justo al lado de esa nave, está la nave donde tienen a todos los menores del centro de La Esperanza que han dado positivo en Covid-19, había más de 70 menores en esa nave con algunos monitores y educadores que también eran positivos...algo un tanto impactante también.
Munir nos llevó hasta casa. Este día nos volvimos a casa con un nudo en el pecho y muchos sentimientos encontrados. Había sido muy intenso y teníamos muchas preguntas y dudas sin resolver, entre ellas si realmente valíamos para este trabajo, para trabajar con personas que han pasado por situaciones tan duras y no morirnos de la pena en el proceso.
DIGMUN
El martes, comencé el día con los niños del primer turno, Natalia y yo copiamos ejercicios en la pizarra, mientras que realizaban las fichas dadas anteriormente. Yo me pasaba por las mesas para asegurarme de que entendieran los ejercicios, y facilitarles así la comprensión de estos.
A mitad de mañana, Natalia pasó a recogerme. Fuimos a los domicilios de algunos alumnos del proyecto Creando futuro para realizar la entrevista pertinente a los padres de estos. Mientras que Natalia apuntaba las respuestas de sus entrevistados en su libreta, yo apuntaba las preguntas que ella hacía en la mía.
Hablar con los padres y conocer sus historias, me apasiono, aunque saber sus situaciones tan desfavorables me dejo un sabor agridulce.
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